El Pinar de Salinas no es un área recreativa.
Texto: Pablo Martínez Corral, historiador.
Dibujo de portada: Cuinchi.
Fotos: Fernández.
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El 21 de octubre de 1937 el
frente Norte cae en manos de las tropas sublevadas contra la República. Empieza
una larga noche para Asturias, miles de personas serán de facto fusiladas y
arrojadas a fosas comunes por haber participado en la defensa de la II República.
En la comarca avilesina desde
el día 20 de octubre parten barcos para escapar a Francia, el muelle del puerto
es un hervidero, las personas que están allí conocen bien cuál es la paz que
ofrece Franco. Los pequeños pesqueros huyen a toda máquina, pero no hay para
todos. Cientos de refugiados y refugiadas deberán partir para sus hogares en un
camino lleno de miedos y esperando clemencia a la hora de llegar a la Asturias
ya ocupada por los fascistas. Luarca, Pravia, Cudillero son sus lugares de origen.
Las primeras fuerzas que
ocupan la zona serán un Tabor de regulares de Larache y la Séptima bandera de
Falange; la población las teme, cubre las casas con sábanas blancas en señal de
paz. Los falangistas vienen de las zonas
ocupadas y también son de la comarca, conocen a los refugiados. En esos momentos emprenden el camino desde
Avilés y desde el puerto por la carretera del Pinar de Salinas, la marcha es lenta,
mujeres, niños, ancianos. Es ahí donde empiezan las primeras ejecuciones, los
falangistas buscan entre esas primeras personas; las apartan y los trasladan
dentro del Pinar. Allí mismo son fusiladas; tapan los cuerpos con ramas de pino,
a la espera de ser enterrados.
“¡Vamos todos al Pinar!”
Gritan los guajes de la zona, van a ver a los muertos; caminan hacia la zona del
Instituto y de bruces se encuentran con la realidad de la guerra: aparecen
varios cadáveres mutilados. Uno es Chencho “el barbudo”, el padre de uno de los
guajes; sus genitales están mutilados y se los han introducido en la boca. El
olor es nauseabundo. El Ayuntamiento y Cruz Roja se encargan de recoger algunos de los cadáveres, otros son
enterrados allí mismo.
Seguirá siendo este lugar escenario
de fusilamientos durante todo el año 37 y parte del 38; las condiciones son ideales,
una gran masa arbórea alejada, donde poder llevar a los presos. Utilizado por
la Brigada de Investigación y Vigilancia, el Escuadrón de la muerte de la
comarca al mando de un capitán de la Guardia civil y nutrida por los
falangistas que no quieren ir a la guerra. No se trata sólo de una fosa común,
estaríamos hablando de una zona amplia, con varios enterramientos; algunos
huesos aparecerían más tarde, durante la década de los 60, en la obras de los
edificios que hoy se levantan cerca de la costa.
El Pinar se ha convertido en
un lugar de Memoria; desde los años 50, clandestinamente, muchos familiares
dejaban allí ramos de flores. Hoy se ha convertido en uno de las zonas
señaladas por la Universidad de Oviedo como fosa común, y se ha colocado un monolito en recuerdo de
las víctimas. No sin polémica, dado que las fosas siguen sin localizar, los
medios no llegan y la voluntad del gobierno municipal tampoco.
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