El revolucionario asturiano que imaginó unos Estados Unidos de España


 Xavier Domènech reivindica en ‘Un haz de naciones’ a Álvaro Flórez Estrada como uno de los padres del federalismo en España.


Tras cuatro años en la primera línea de la política como voz y rostro de los Comunes catalanes, el historiador catalán Xavier Domènech (Sabadell, 1974) regresa a su oficio con un ambicioso ensayo histórico, “Un haz de naciones. El Estado y la plurinacionalidad en España (1830-2017)”, una obra en la que rastrea los orígenes de la tradición federalista y progresista española, que considera clave para construir en la España del siglo XXI “una alternativa republicana, igualitaria y confederal”. En la búsqueda de esa genealogía, Domènech se topa con el liberal asturiano Álvaro Florez Estrada, al que el ex dirigente de En Comú Podem dedica varias páginas de su último libro. En ese sentido, Domènech destaca la “Constitución para la nación española” que el de Pola de Somiedo redactó un año antes de las Cortes de Cádiz. Según el historiador, se trataba de una Constitución inspirada en los Estados Unidos de Norteamérica, “algo que quizá ahora nos choca, pero que en aquel momento tenía toda la lógica, ya que era la única república que había logrado triunfar y consolidarse”. El carácter federal de la exitosa constitución norteamericana inspiraría al liberal asturiano, pero también la propia experiencia de la guerra contra Napoleón, en la que, ante la falta de comparecencia de la Monarquía, la respuesta militar sería dada en toda España por las improvisadas juntas territoriales: “una sociedad organizada en los municipios y en las antiguas demarcaciones del reino”.

Grabado de J.Cuevas que representa el reclutamiento de tropas en el Campo San Francisco de Oviedo/Uviéu para combatir al ejército de Napoleón.
El proyecto de Flórez Estrada sentaba las bases de una nueva monarquía sometida al control parlamentario, y definía una nación española, única e indivisible, pero en la que el poder político estaría compartido por el Rey, el Congreso Nacional y las Juntas y Congresos provinciales, estos últimos con una amplia autonomía para gobernar sus territorios e incluso contar con sus propios ejércitos. La función de estos cuerpos armados sería tanto el mantenimiento del orden interno en las provincias, como organizar la resistencia armada frente a cualquier intento de establecer a nivel central un “gobierno despótico”. Los Congresos provinciales podrían incluso vetar una ley dictada por el Rey si esta se consideraba lesiva por todas las provincias, y tendrían derecho a declararse soberanas en caso de vacío de poder, mientras este se resolvía.

Juramento de las Cortes de Cádiz en la Iglesia mayor parroquial de San Fernando, obra de José Casado.
La “Constitución para la nación española presentada a la Junta Suprema de España e Indias”, publicada en Gran Bretaña durante su estancia en la isla como representante del Principado de Asturias, se trataba de un proyecto genuinamente liberal para los españoles de “ambos hemisferios”, la península y el continente americano. El federalismo era también la opción que defendían los diputados americanos para mantener la unidad del reino y no seguir el camino de las 13 colonias británicas, independizadas en 1776 de Gran Bretaña. Flórez Estrada trasladaría el modelo federal norteamericano a España y sus posesiones de América, con la creencia, según Domènech, de que “solo con el federalismo se podría articular la diversidad España”. Para el historiador, mientras los diputados catalanes enviados a Cádiz “tenían órdenes precisas de la Junta Suprema de Cataluña de reivindicar la reintroducción de los fueros perdidos en 1714”, la propuesta del revolucionario asturiano era mucho más moderna, y contenía todos los elementos de lo que años más tarde sería el republicanismo federal.

Portada del último libro de Xavier Domenèch.
¿Pero quién fue este revolucionario asturiano que imaginó en plena Guerra de la Independencia contra Napoleón algo parecido a unos Estados Unidos de España? Nacido en 1765 en una familia noble de Pola de Somiedo, Álvaro Florez Estrada cursó sus primeros estudios en Grao, y posteriormente se trasladó a Oviedo/Uviéu para estudiar en la Universidad. Más tarde se asentaría en Madrid. Su estancia en la villa y corte coincidiría con los acontecimiento revolucionarios de Francia. En la capital participaría en distintas tertulias políticas, al mismo tiempo que traducía obras francesas y trabajaba para el Estado. El levantamiento popular contra la invasión napoleónica le sorprendería instalado de nuevo en Asturies. Poco antes, el 11 de mayo, la Junta General del Principado le había nombrado procurador general. Convencido de que la lucha contra los invasores debía ser al mismo tiempo una revolución política, participaría en los movimientos que desembocaron en la declaración de guerra a Napoleón del 25 de mayo de 1808, “el tirano de Europa”, por parte de la Junta General del Principado.

El 2 de Mayo de 1808 en Madrid visto por Goya.
Buen conocedor de la ilustración francesa y británica, Flórez Estrada escribiría durante la guerra algunos de los textos fundacionales del liberalismo español. Su compromiso político le llevarían a huir de España en 1814 para salvar su vida tras la restauración del absolutismo por Fernando VII. Regresaría a España seis años más tarde, con la revolución de 1820, implicándose otra vez en la política española del “trienio liberal”, y tendría que volver a partir al exilio en 1823, para escapar una vez más de la represión absolutista. Este segundo exilio sería más largo, una década, repartida entre Londres y París, hasta la muerte de Fernando VII, en 1833, momento en el que podría regresar. En esta etapa en Europa se empaparía del pensamiento económico de la época, y desarrollaría su obra como economista, reconocida tanto en Francia como en Gran Bretaña. A su regreso a España seguiría participando en la vida política e intelectual española, pero desde Asturies la mayor parte del tiempo, y ya no con la intensidad de sus años revolucionarios de juventud. El periodo absolutista había concluido, pero sus ideas reformistas y sociales le alejaban del liberalismo oligárquico que se convertiría en hegemónico durante el reinado de Isabel II. Partidario de la desamortización impulsada por el ministro Mendizabal, defendería sin embargo que esta sirviera para repartir la tierra entre los campesinos, y no para crear una nueva clase de terratenientes. Falleció en 1853 en el Palacio de Miraflores, Noreña.

Domènech señala que descubrió a Flórez Estrada hace muchos años, leyendo un libro de los 30 de Joaquín Maurín, el fundador del Partido Obrero de Unificación Marxista, en el que se destacaba el proyecto del asturiano para resolver el problema de la tierra y dar estabilidad al sistema político español creando una base social de pequeños campesinos propietarios. Una reivindicación de Flórez Estrada que encaja con la tesis central del nuevo libro de Domènech. En “Un haz de naciones” el historiador catalán plantea que en las siete primeras décadas del XIX, izquierda y federalismo caminarían de la mano en España, es decir, que los mismos que defendían la redistribución de la riqueza eran los que también ponían sobre la mesa la necesidad de una redistribución territorial del poder político. Una redistribución que para Domènech siempre se ha encontrado a los mismos enemigos: unas élites económicas y una Monarquía defensoras de un férreo control del Estado a través del centralismo. Para el autor catalán, si las reivindicaciones de los diputados americanos y la propuesta de Constitución federal de Flórez Estrada no pudieron materializarse, “fue precisamente por el carácter monárquico del Estado que se mantuvo en las Cortes de Cádiz, ya que se interpretó que el principio federal iba en contra de la posibilidad monárquica, que fragmentaba su dominio, y de la necesidad también de controlar el proceso de cambio de político desde una sola esfera de poder parlamentaria”.

El historiador y activista Xavier Domenèch. Foto: En Comú Podem.
Según el ex diputado de En Comú Podem, frente a la construcción de un Estado liberal y monárquico español “muy desigual en lo económico y muy centralista en lo político”, el liberalismo decimonónico más progresista, como pudo ser el del joven Flórez Estrada de los años 10 y 20, así como los primeros demócratas, republicanos y socialistas de ese siglo, defendieron un Estado federal construido de abajo a arriba, con base en una fuerte autonomía municipal. “La tradición republicana española emerge de ahí” señala Domenèch, que recuerda la admiración de Marx y Engels por el republicanismo federal de Francisco Pi i Margall, presidente de la I República, y al que los dos pensadores alemanes consideraban “el principal socialista español”. Sería tras el fracaso de la I República, cuando, según Domenèch se cortocircuitaría en parte esa asociación entre federalismo, democracia y socialismo, por la aceptación tácita del marco centralista triunfante en una buena parte del republicanismo, así como del PSOE, si bien, señala que “esa matriz federalista seguiría presente en la CNT, en el andalucismo de Blas Infante, el galleguismo de Castelao o el catalanismo de izquierdas, e incluso en una parte importante del republicanismo español y del PSOE”.

Palacio Flórez Estrada en Pola de Somiedo, Asturies.
La memoria de Flórez Estrada, quizá ensombrecida en Asturies por la mayor fama de Jovellanos, ha sido reivindicada, como en el caso del ilustrado gijonés, por políticos e intelectuales de todas las ideologías. En el caso del somedano, tanto Foro Asturias como el Ateneo Republicano han destacado en sus homenajes y reconocimientos. No obstante, según Manuel Galán, descendiente de quinta generación, Flórez Estrada sigue siendo un desconocido para el gran público, incluso en Pola de Somiedo, localidad de la que fue nombrado “alcalde perpetuo”, y en la que pasó temporadas en su vida adulta, reponiéndose de sus aventuras y sobre todo desventuras políticas, que le llevaron a descuidar su rico patrimonio familiar. Galán destaca que Somiedo siempre fue “un punto de referencia” para el economista y político liberal. Según su descendiente, el político e intelectual demostró una gran sensibilidad social preocupándose por la situación de los vaqueiros de alzada y los campesinos de su pueblo, así como dio muestras de rebeldía renunciando a parte de sus privilegios como primogénito de una familia de la pequeña nobleza local.

Manuel Galán en el Palacio Flórez Estrada. Foto: La Voz del Trubia.
Manuel Galán, que trabajó durante años como cooperante internacional en África, y que en la actualidad vive “de forma trashumante” entre Pola de Somiedo y la capital asturiana, lleva varios años al frente de la casa familiar, el Palacio Flórez Estrada, hoy reconvertido en un idílico hotel rural de 10 habitaciones, en pleno Parque Natural de Somiedo. Galán señala que la casona estuvo a punto de caerse en los años 80, cuando quedó prácticamente abandonada, pero que fueron sus tías y su madre las que comenzaron a rehabilitarla, poco a poco, hasta que en los años 90, gracias al boom del turismo rural y algunas ayudas europeas, encontraron el “empujón económico para reflotarla y darle continuidad”. Para Galán el Palacio Flórez Estrada es algo más que un negocio familiar, y entiende que se trata de un bien común, declarado BIC, que debe preservarse y enseñarse. “Hace tres años creamos una asociación para mantener su legado, entre ellos los restos de su biblioteca, que se salvaron por poco de un incendio, hacemos debates, hemos elaborado un cómic sobre su vida y su obra, y de mayo a septiembre organizamos visitas guiadas sobre su vida por Somiedo” señala Galán, que ha heredado tanto la inquietud como el compromiso social de su tatarabuelo, del que está convencido que “pediría un mayor papel ciudadano en el Somiedo actual”.


Diego Díaz Alonso
Escrito por
Historiador y activista social. Escribió en La Nueva España, Les Noticies, Diagonal y Atlántica XXII. Colabora en El Salto y forma parte del consejo de redacción de Nortes.

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